martes, 21 de septiembre de 2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

EL TRABAJO INTELECTUAL

Por Rako (extraído de Periódico "El Surco", versión online Nº15 )

El desarrollo teórico de las ideas exige esfuerzo y tiempo, no obstante, cuando este se traduce en mercancías, estamos ante otra forma de trabajo asalariado.

-----------------------------------------------------------------------------------------------

“Estoy cansado de leer”, suena lógico, pero a la vez nos hace re pensar la idea de una igualdad entre el cansancio propio del trabajo manual, y aquel que puede tener un lector. Pareciera que no hay comparación, que son cosas radicalmente diferentes, no obstante, ambas esconden la realidad de que nuestras energías han abandonado el cuerpo, luego de un esfuerzo constante.
Con los ojos cerrados y en franca actitud de reposo, se encuentra un señor de barba prominente, en un pequeño óleo de 1633, pintado por Rembrandt [1.] La obra lleva por título “El filósofo meditando”. Su aparente simpleza encierra una complejidad notable, así, en este artículo, desde una pequeña máxima, deseamos comentar con respecto a lo extenso que pueden ser las reflexiones en alusión al trabajo intelectual.
En la región chilena, es bastante difícil dedicarse netamente al trabajo intelectual, ser un pensador, generalmente estos personajes hacen clases en universidades, trabajan como columnistas o se dedican a lo que fuera, con tal de asegurar su subsistencia. Entonces se evidencia el carácter un tanto parásito de los trabajadores intelectuales, ya que necesitan de una estructura económica sólida, que genere excedentes y los justifique. ¡Vaya austed a dedicarse a la filosofía dentro de un barco!, ni bien ha salido del puerto y toda la tripulación lo tendría haciendo algo útil con las manos.
Sucede entonces, que estos pensadores se asocian a centros de estudios, donde se les paga por decir lo que han reflexionado, con la constante presión de que deben publicar respetando la línea editorial de la institución que los cobija. Así, aquel que se caracteriza por “pensar”, pasa a ser un asalariado más, generando una mercancía que se transa, creando un producto en beneficio de la entidad que lo cobija.
¡Doble parásito!, pues ya no es sólo un inocente que existe gracias al trabajo de los demás, ahora también se hace cargo del juego del neo liberalismo, donde el trabajo intelectual (sea en la forma de publicaciones o cátedras) se transforma en un bien intangible que no se sustenta por lo que es en sí, ya que su valor puede ser transformado en dinero, sean en base a las horas de trabajo, o por la cantidad de palabras.
Hasta el momento, sólo pestes, parecería necesario erradicar de raíz a estos seres, sin embargo, no hemos reparado en una realidad objetiva: El trabajo intelectual es una manifestación de la inteligencia humana, no lo es más que lo que puede hacer un arquitecto, o un gasfíter, pero debe validarse como tal. Como anarquistas creemos en el mundo mejor, y aunque les duela a muchos, gran parte de esta fe se sustenta en el producto de razonamientos sistemáticos, textos que en su momento costó esfuerzo construir.
La gran diferencia radica necesariamente en lo que pasa con el producto de ese exprimir las ideas, mencionamos el riesgo de que contribuyan al orden, eso porque también existe el beneficio de que estas ideas publicadas o expresadas, lleven a repensar el sistema en que nos ahogamos, superando toda rigidez que pueda exigir un grupo editorial o una casa de estudio.
Así las cosas, el trabajo intelectual puede degenerar en otra forma de trabajo asalariado, pero también puede suceder, que el producto de las ideas proponga otro orden, sugiera formas de combate al capital, o ayude a leer a las personas que no saben. Entonces aquel que ha hecho de su forma de vida el pensar, deja de ser un organismo que succiona recursos, al generar propuestas.
En aquella obra citada, en la esquina inferior derecha, se ve una empleada avivando el fuego, con un dinamismo que contrasta notablemente con la actitud postrada de nuestro pensador. Es evidente la jerarquía implícita en la obra, pero también nos acerca a un último punto, referente a la relación entre trabajadores manuales y trabajadores intelectuales.
Si en la primera impresión leemos una sumisión, también podemos reconocer que si no fuera por la empleada, el sabio moriría congelado, o de hambre. Extrapolemos la situación y pensemos en general.
El trabajador manual, con su esfuerzo físico, genera los excedentes que permiten la existencia de una persona dedicada al trabajo intelectual, por lo tanto, este debe devolver la mano con un trabajo que ayude a los trabajadores, más allá de constituir un ejercicio intelectual. Es evidente que no todo el trabajo intelectual contribuye (por ejemplo, el colosal número de tesis que guardan las universidades), pero siempre es posible escribir pensando más allá del ego.
Existe también una verdad absoluta, todos somos pensadores, cada uno en sus ratos libres, puede licenciarse de arquitecto de castillos en el aire, o bien de filósofo espontáneo. Así entonces, nadie es ajeno a lo que realizan estos personajes.
Para cerrar, lo invitamos a reflexionar: ¿puede existir el uno, sin el otro?

*Citas:
[1]. Rembrandt van Reijn, El filósofo meditando. 1633, Óleo sobre madera, 33x29cm. Museo del Louvre.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Es inmoral celebrar el bicentenario entre la vida y la muerte

El tiempo transcurre lentamente en la taciturna oscuridad de la celda, serpentea por las esquinas y trepa por las tímidas hebras de luz de luna que adornan la noche. Es como si no quisiera moverse para no despertar esperanzas, y así pasan los días y las lluvias y los cánticos de bandurrias. Y nada se mueve y uno aún en la misma celda, en la misma noche, una y otra vez, en la misma mirada de futuro.

Pero todo cambia cuando aparece la sombra de la muerte en el umbral de la prisión, alumbrando con su metálica sonrisa el horizonte de una huelga de hambre que hiere la piel y los huesos para ser escuchados. Su cuerpo es el último territorio que le queda al mapuche, el único que no le han podido usurpar en dos centurias de despojo y humillaciones. Un retazo de la madre tierra, la Ñuke Mapu, que están dispuestos a sacrificar para clavar un banderón azul en la conciencia de una sociedad chilena indiferente. Porque en este país del fin del mundo se nos olvida que también somos mapuche de madre y por más que algunos quieran borrar su india morenidad, jamás nunca podrán lograrlo. Y serán mestizos hasta la hora de su muerte. Amén.

Y, mientras tanto, el tiempo sucede ahora vertiginosamente, sin pausas y sin piedad, barrenando la piel de los 34 mapuche en huelga de hambre que claman por ser escuchados. Ellos ni siquiera demandan su libertad, sino tan sólo tener un juicio justo y que no se les aplique la Ley Anti-terrorista que faculta a la fiscalía para mantenerlos dos años en prisión preventiva, aunque eventualmente puedan ser declarados inocentes de todo cargo, como ha acontecido muchas veces antes. Además, incrementa desmesuradamente las penas y otorga a los fiscales la atribución de utilizar testigos encubiertos o secretos para apoyar sus acusaciones. Son testigos anónimos y pagados por el Estado, fantasmas que viven de un sueldo a costa de la libertad de otros.

Los mapuche son acusados de terrorismo, sin embargo, los únicos muertos en el mal denominado conflicto mapuche son jóvenes mapuche acribillados por la espalda. Entonces: ¿Por qué no se le aplica la Ley Anti-terrorista a carabineros que siembran la muerte y el terror en las comunidades? ¿Cómo es posible que al policía culpable de asesinar a Matías Catrileo se le condene a tres años de pena remitida, es decir a cumplir la pena en libertad? ¿Cómo es posible que la vida de un indígena valga nada?

Y vale tan poco que tuvieron que pasar 50 días en huelga de hambre antes que los medios de comunicación o el gobierno pusieran tenue atención, pues es más importante hablar del bicentenario, de celebraciones y agasajos, esquinazos cuecueros, volantines y banderas. Es la chilenidad aplastando a la mapuchidad en el mes de la Patria; pero es profundamente inmoral celebrar el bicentenario entre la vida y la muerte de hermanos cuyo único crimen es ser indígenas. Es inmoral bailarle y cantarle a la independencia mientras se desvanece y apaga el último fragmento de territorio mapuche.

Tito Tricot
Sociólogo
Director
Centro de Estudios de América Latina y el Caribe CEALC

Desde un País llamado Chile

domingo, 5 de septiembre de 2010